domingo, 17 de enero de 2010

Mi alma, celeste columna de humo, se eleva hacia la bóveda azul.
Levantados en mi imploración mis brazos, forman la pierta de alabastro de un templo .
Mis ojos estáticos, fijos en el misterio, son dos lámparas de zafiro en cuyo fonso arde el amor divino.
Una sombra pasa eclipsando mi oración, es una sombra de oro empeneado de llamas alocadas.
Sombra hermosa, que sonrie obligada acariciando los sedosos buclés de larga cabellera luminosa.
Es una sombra que ira con un mirar de abismo en cuyo borde se abren flores rojas de pecado.
Se llama Belzebuth, me lo ha susurrado en la cavidad de la oreja, produciendome calor y frío.

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